lunes, 3 de agosto de 2009

Alberto Sileoni: "Necesitamos una estructura escolar un poco menos rígida"

Pasó poco más de una semana desde la asunción de Alberto Sileoni como ministro de Educación nacional. Ya instalado en el despacho principal del primer piso del Palacio Sarmiento, el profesor de historia delínea los que serán los principales ejes de su gestión. Entre ellos propone una secundaria "con una estructura un poco menos rígida" y "más adultos por tiempo completo en la escuela".
Señala que el año que viene será el turno de dos leyes que apuntan a cerrar el círculo de la legislación educativa: la nueva ley de financiamiento —la actual cumple su meta en 2010— y la ley nacional de educación superior, que pese a los avances en los debates y consensos, parece estar de lejos de ser discutida aún en el recinto.
De un perfil más nacional y popular o peronista que su antecesor en el cargo—Juan Carlos Tedesco—, Sileoni nombra los libros de Arturo Jauretche, Juan José Hernández Arregui y Norberto Galasso como textos claves de su formación en historia. "Hablan desde un lugar del sur que es necesario pensar", afirma.
En diálogo con La Capital confiesa que un rasgo de su gestión será la visita constante a las distintas provincias. "Quiero ser un ministro que recorra mucho el país y escuchar las voces de otros contextos", dice y anticipa una segura visita a Santa Fe en el corto plazo.
—¿Qué impronta tendrá esta etapa en el ministerio?
—Somos una gestión que comenzó en el 2003. Esto lo exhibimos públicamente y creemos que en este tiempo se han hecho muchas cosas. Simplemente hemos pasado a otra etapa de gobierno en donde tenemos que acelerar algunas de las cosas que teníamos entre manos.
—¿Por ejemplo?
—Pensando en el año que viene hay dos grandes leyes que diría que cierran el círculo de la legislación educativa argentina de este último tiempo, que son la nueva ley de educación superior y la ley de financiamiento educativo. Y, en el corto plazo, está la necesidad de producir cambios casi urgentes en el secundario, el segmento del sistema educativo que está más en entredicho.
—¿Qué cambios concretos propone para el nivel medio?
—La sociedad cambió en los últimos años, es más compleja. Antes condición de pobreza era no llegar a fin de mes, y ahora la pobreza viene con otros aditamentos. Hay desempleo estructural y, en algunos sectores, de varias generaciones. Una gran fragmentación social que si bien hemos mejorado en los últimos años, todavía no se ha podido volver a aquella sociedad homogénea que alguna vez tuvimos. Hoy los autores hablan de las infancias y las adolescencias, y siguiendo ese razonamiento quizás debiéramos pensar en las escuelas cómo lo hacemos con las adolescencias. Estamos terminando de producir un banco de experiencias de escuelas que están trabajando bien en todas las provincias, como las de reingreso en la Ciudad de Buenos Aires, que tienen una organización institucional más acorde con algunos sectores que llegan a ella: un pibe que trabaja, una chica embarazada o un alumno que es papá, o aquellos que son primera generación de alumnos secundarios.
—¿Allí piensa otro modelo de escuela?
—Ahí necesitamos una estructura un poco menos rígida en la asistencia a clases. Y más adultos por tiempo completo en la escuela. Hay chicos que necesitan de adultos que trabajen más con ellos. A esto las clases no pobres lo han privatizado cuando mandan al pibe a clases particulares. Allí tiene que haber un Estado garante y atento que pueda brindar posibilidades. Dotar a las escuelas más pobres de recursos, que puedan tener un dinero para planes de mejora. Y trabajar —como lo estamos haciendo desde el Ministerio de Desarrollo Social— en un sistema de detección temprana del abandono. Un pibe que falta varios días seguidos a la escuela tiene que ser una luz roja que se prende, porque cuando vuelve queda alejado de la institución. Y esto le provoca fracaso, repitencia y abandono.
—Como profesor de historia, ¿qué le diría a un adolescente sobre por qué estudiar historia argentina?
—Le preguntaría si él podría vivir con un ataque cerebral masivo o una amnesia permanente. Y creo que me respondería que no. Yo no sé si la historia te ayuda a no repetir errores, pero sí permite sentirte parte de una herencia, de un nosotros. Agradecer a los que murieron por vos, porque hay muchos argentinos —no sólo los próceres— que han vivido para que esta sea una vida más digna.
—¿Quién es su referente histórico?
—Me gusta mucho de los contemporáneos esa pasión por la vida del Che Guevara y Eva Perón, aun en miradas distintas. La coherencia de uno y el amar obsesivamente a los que menos tienen del otro. Pero a mí como educador me gusta mucho Manuel Belgrano, también Mariano Moreno. Belgrano era un doctorcito rico de Chuquisaca que se bancó todo el norte. Fue además el primero que pensó la educación de adultos, de los huérfanos, de las mujeres y de los indios. Alguien adelantado hace 200 años.
—¿Qué libros lo marcaron?
—Como profesor de historia, el "Facundo", de Sarmiento, es un libro que me parece central para entender la Argentina del siglo XIX y la dicotomía entre civilización y barbarie. Historiadores argentinos hay muchos, pero por mi formación me gusta mucho el modo que tiene Norberto Galasso de pensar la historia, un escritor maldito porque no es de la academia. También me ha marcado mucho toda la corriente de ese pensamiento nacional de (Juan José) Hernández Arregui y Arturo Jauretche. Hay un historiador relativamente joven que es Alejandro Cattaruzza que trabaja en la UNR y que me parece interesante también. Pero los primeros son los que me han marcado, porque hablan desde un lugar del sur que es necesario pensar

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