martes, 17 de noviembre de 2009

ÉSTO TAMBIÉN ES "TRABAJO" DE LOS MAESTROS...


La violencia escolar instaura un nuevo debate

sobre los mecanismos para palear las situaciones belicosas.

El libro “Conflictos en el aula” de Telma Barreiro,

profundiza el análisis sobre cuáles deben ser las estrategias

para su prevención y resolución.


Muchos de los textos que abarcan el fenómeno de la violencia escolar se detienen en el abordaje de las causas y condiciones que rodean esas situaciones. Adoptando otra postura, que se aleja del diagnóstico, el libro “Conflictos en el aula” de Telma Barreiro formula una serie de mecanismos prácticos para que el docente y demás actores educativos encuentren herramientas para combatir la conflictividad en los alumnos.
En forma frecuente, el quehacer áulico está teñido por la violencia a través de múltiples manifestaciones: “entre chicos cuando agreden a otros en forma sistemática. También, apatía generalizada o subgrupos que están con antagonismos permanentes. Incluso agresiones contra el docente y falta de respeto a las consignas. Una diversa cantidad de situaciones con chicos que cometen tropelías”, señala la autora.

Menciona también una figura muy conocida actualmente que se la denomina “bullying”, se trata de chicos que toman a otros de punto para perseguirlos, burlarse y molestarlos.

Bajo esta situación, el docente puede convertirse y adoptar la figura de mediador sobre los conflictos surgidos en el aula y señala que éste es uno de los mecanismos más comunes para la resolución de conflictos aunque marca, “el libro no trabaja con esta técnica en particular”.

La estrategia metodológica está posicionada sobre la construcción inicial del vínculo por parte del docente dado que en muchas de las situaciones “están exacerbadas por actitudes de educadores que con sus conductas no logran morigerar la agresión, sino que inadvertidamente la estimulan”, explica la autora. Los casos de violencia atraviesan todos los niveles de la educación. Se trata de un fenómeno que tiene su génesis en una realidad social marcada por el discurso y las acciones coercitivas. Es así, que tanto el docente de inicial como quien enseña en la secundaria, deben estar capacitados para prevenir y combatir la violencia escolar, con un abordaje específico para cada nivel.
Barreiro ejemplifica el posible accionar docente frente a un caso concreto:

“Un chico de ocho años, asistía con una carga de violencia terrible y no permitía trabajar. Estaba en una situación de hiperactividad constante y con una situación familiar devastadora; su padre preso por matar a la madre. Un chico abandonado y con su subjetividad destruida. Entonces, como la maestra tiene que desarrollar la clase y poner un mínimo de armonía en ese grupo, logra acercarse a él en forma personal y lo interroga sobre su conducta. El chico manifiesta que por momentos tiene que desarrollar una violencia que no puede contener. Es así como la maestra le propone que cada vez que esto suceda, en vez de ser violento con sus compañeros, se levante y la abrace. El chico empezó a hacerlo, y se comenzó a construir otro vínculo”.

Distintas pueden ser las resoluciones que adopte un docente cuyos alumnos son más grandes y, consecuentemente, más intensas las manifestaciones violentas entre pares. “No se puede trabajar en un clima de agresión ni dictar una materia si dos alumnos están discutiendo o amenazándose”. El docente debe recurrir a una instancia de ayuda mutua, un planteo que genere un mejor clima para trabajar, proponiendo un tema interesante para acaparar la atención y el interés. “Como primer paso puede ser una actividad de presentación, diferentes técnicas para llevar a la práctica y generar un espacio de distensión y conocimiento”, concluye.
Fuente: Área Educativa

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